Te quiero contar una historia
María a los 6 años quería a su papá como cualquier niña a esa edad, y vivía esperando demostraciones de cariño, atención, y juegos. Buscaba a su héroe y ejemplo a seguir, hasta que un día su esperanza se vio resquebrajada por una pelea en casa, donde a partir de gritos, descubrió que su padre no era su padre.
Como toda niña, su inocencia era más fuerte que la realidad que acababa de escuchar, por lo que ingenuamente pensó que esta situación no iba a alterar su mundo.
Con el tiempo y los años se fue tornando cada vez más difícil su relación, la distancia era cada vez mayor y esa imagen de padre era una ilusión. La indiferencia y el rechazo comenzaron a ser más frecuentes en esta persona, que se volvía más severa y rigurosa en su trato.
Los años pasaron, María creció y en su adolescencia desarrolló una enfermedad autoinmune. Al inicio no entendía la causa, ¿que había pasado en su cuerpo para enfermarse? aún sin entender el impacto de esta enfermedad, seguía haciendo su vida sin prestarle atención, pese a los cuadros de estrés que la llevaban al límite de postrarse en una cama de hospital.
Durante más de 20 años esta enfermedad ha sido una dura batalla.
En ese periodo María se casó, se divorcio, tuvo un hijo, se volvió a casar, estudió una carrera, un postgrado, se especializó en diferentes cosas, pero nada de eso era suficiente.
Había desarrollado la autoexigencia, al punto de llevarla a castigarse y a no valorar todo lo que había logrado. Continuó en esa búsqueda, pero no desde el amor, ni de la compasión, ni de la amabilidad hacia ella misma, sino desde el “no soy suficientemente buena”.
Los días, los meses, los años pasaban y la enfermedad siempre estaba presente, y a veces ganaba las batallas emocionales.
Un día enfrentó la enfermedad, con una estrategia diferente, en vez de luchar contra ella, la aceptó. Gracias a la aceptación, amabilidad con ella misma, al autodescubrimiento y a la compasión, tuvo un nuevo aprendizaje como persona, y hoy puede enfrentarse con mayor poder ante las adversidades a pesar de que siempre hay otras batallas que debe luchar.
Todos tenemos seguramente algo como María y tenemos diferentes batallas que debemos hacer frente.
Mi nombre es Peggy Eyzaguirre.
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